A disturbing pattern has emerged in recent years: the rise of technology-facilitated abuse, a pervasive issue with significant gender disparities. From cyberstalking to the non-consensual distribution of intimate images, the misuse of technology for abusive purposes disproportionately affects women. This form of controlling behavior involves the use of technology as a means to coerce, stalk, or harass another person.
While smartphones offer a multitude of functions that can enable tech abuse, some perpetrators are becoming more cunning in their methods. We have witnessed cases where individuals have installed kill switches in cars, preventing a woman from traveling beyond a certain point. Others have programmed smart TVs to display menacing messages every time they are turned on. Some have even remotely controlled heating or lighting to either isolate their family or keep them in the dark.
eSafety Commissioner Julie Inman Grant brings attention to the varying levels of technical expertise among perpetrators and the lack of services that provide assistance using people with technical knowledge. However, amidst these challenges, there is hope for change.
The World Economic Forum recently praised Australia as a world leader in holding tech companies accountable for making their products safer. Recognizing the critical role that technology companies play in preventing and addressing technology-facilitated abuse, Australia has taken a proactive approach.
Research conducted in Australia has revealed the alarming rise of technology-enabled violence against women. A comprehensive study examined 4,562 adult Australians, shedding light on the prevalence, characteristics, and adverse effects of technology-facilitated abuse. This nationally representative survey uncovered that a staggering 51% of Australian adults have experienced at least one form of abusive behavior in their lifetimes.
The most prevalent forms of abuse reported included monitoring or controlling behaviors, emotional abuse and threats of harm, harassment, and instances of sexual and image-based abuse. Disturbingly, 23% of Australian adults admitted to engaging in technology-facilitated abuse at least once in their lives. Many survivors recounted instances of compromised online personas, surveillance through apps and tracking gadgets, and the use of children’s electronic devices by perpetrators to exert control post-separation.
The data also highlights the vulnerability of marginalized communities to technology-facilitated abuse. Nearly three-quarters of LGB+ individuals disclosed experiencing victimization, shedding light on the discrimination, harassment, and violence they face. Indigenous communities faced similar challenges, with 70% reporting incidents of victimization, perpetuated by historical injustices and ongoing inequalities. Additionally, individuals with disabilities reported experiencing technology-related abuse at alarming rates.
As society grapples with the complex role of technology in interpersonal relationships, it is crucial to prioritize the safety and well-being of all individuals. Regardless of gender, it is imperative that we work towards creating a digital landscape that is safe, inclusive, and respectful for everyone. Only through widespread awareness, education, and efforts to hold perpetrators accountable can we address this concerning trend and create a better future.
Un patrón perturbador ha surgido en los últimos años: el aumento del abuso facilitado por la tecnología, un problema omnipresente con disparidades significativas de género. Desde el ciberacoso hasta la distribución no consensuada de imágenes íntimas, el mal uso de la tecnología con fines abusivos afecta desproporcionadamente a las mujeres. Esta forma de comportamiento controlador implica el uso de la tecnología como medio para coaccionar, acechar o acosar a otra persona.
Si bien los teléfonos inteligentes ofrecen una multitud de funciones que pueden facilitar el abuso tecnológico, algunos agresores se están volviendo más astutos en sus métodos. Hemos presenciado casos en los que las personas han instalado interruptores de corte en los automóviles, impidiendo que una mujer viaje más allá de cierto punto. Otros han programado televisores inteligentes para mostrar mensajes amenazantes cada vez que se encienden. Algunos incluso han controlado de forma remota la calefacción o la iluminación para aislar a su familia o mantenerlos en la oscuridad.
La Comisionada de Seguridad Electrónica, Julie Inman Grant, llama la atención sobre los diferentes niveles de conocimientos técnicos entre los agresores y la falta de servicios que brinden asistencia a través de personas con conocimientos técnicos. Sin embargo, en medio de estos desafíos, hay esperanza de cambio.
El Foro Económico Mundial recientemente elogió a Australia como líder mundial en responsabilizar a las compañías de tecnología por hacer que sus productos sean más seguros. Reconociendo el papel crítico que desempeñan las empresas de tecnología en la prevención y el tratamiento del abuso facilitado por la tecnología, Australia ha adoptado un enfoque proactivo.
Una investigación realizada en Australia ha revelado el alarmante aumento de la violencia contra las mujeres facilitada por la tecnología. Un estudio exhaustivo examinó a 4.562 adultos australianos, arrojando luz sobre la prevalencia, las características y los efectos adversos del abuso facilitado por la tecnología. Esta encuesta nacional representativa reveló que un impresionante 51% de los adultos australianos han experimentado al menos una forma de comportamiento abusivo en sus vidas.
Las formas de abuso más frecuentes informadas incluyeron comportamientos de monitoreo o control, abuso emocional y amenazas de daño, acoso e incidentes de abuso sexual y basado en imágenes. Alarmantemente, el 23% de los adultos australianos admitieron haber participado en abuso facilitado por la tecnología al menos una vez en sus vidas. Muchos sobrevivientes relataron casos de compromiso de identidades en línea, vigilancia a través de aplicaciones y dispositivos de rastreo, y el uso de dispositivos electrónicos de los niños por parte de los agresores para ejercer control después de la separación.
Los datos también resaltan la vulnerabilidad de las comunidades marginadas al abuso facilitado por la tecnología. Casi tres cuartas partes de las personas LGBTQ+ revelaron haber experimentado victimización, arrojando luz sobre la discriminación, el acoso y la violencia que enfrentan. Las comunidades indígenas enfrentaron desafíos similares, con un 70% que informó incidentes de victimización perpetuados por injusticias históricas y desigualdades continuas. Además, las personas con discapacidades informaron haber experimentado abuso relacionado con la tecnología a tasas alarmantes.
A medida que la sociedad lidia con el papel complejo de la tecnología en las relaciones interpersonales, es crucial priorizar la seguridad y el bienestar de todas las personas. Independientemente del género, es imperativo que trabajemos para crear un entorno digital seguro, inclusivo y respetuoso para todos. Solo a través de la conciencia generalizada, la educación y los esfuerzos para responsabilizar a los agresores podemos abordar esta preocupante tendencia y crear un futuro mejor.
Terminología clave:
– Abuso facilitado por la tecnología: El uso de la tecnología como medio para coaccionar, acechar o acosar a otra persona.
– Ciberacoso: Acoso en línea o a través de medios electrónicos.
– Distribución no consensuada de imágenes íntimas: La divulgación o compartición de imágenes íntimas sin el consentimiento de la persona retratada.
– Comportamientos de monitoreo o control: Acciones destinadas a controlar y vigilar las actividades de otra persona, como el seguimiento de la ubicación o la supervisión de la comunicación en línea.
Enlaces relacionados:
– Foro Económico Mundial
– Comisión de Seguridad Electrónica de Australia